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Escuchas o lees por todos lados que es importante que te formes como padre, que te informes para acompañar a tus hijos y que tu presencia es vital en la formación, pero que esa presencia no es solamente estar, que necesitas más… Quizá lanzas un suspiro pensando en silencio ¡Con todo lo que tengo que hacer …. ¿aún más?! ¿Para qué?
¡Vamos te lo explico y lo desciframos juntos!

¿Te has dado cuenta que somos la generación con más cosas a nuestro alcance, con una facilidad extrema para acceder a la información de manera inmediata y con muchas herramientas para poder tener bienestar?
Y a pesar de ello, se han disparado los problemas de salud mental, sobre todo en la población infantil y adolescente que no presentaba índices tan altos antes. Según la OMS, ya en el 2021 a nivel mundial, uno de cada siete jóvenes entre 10 y 19 años padecía algún trastorno mental, siendo la depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento las principales causas de enfermedad.
Si reducimos esos datos a Ecuador, según la encuesta nacional “Tu voz, tus derechos”, realizada en Julio 2023 con el aval del Ministerio de Educación y World Vision Ecuador, el 20% de los niños y adolescentes del país han presentado problemas de salud mental y trastornos del comportamiento.

¿Qué nos ha pasado entonces? Ante tantas facilidades parecería inverosímil que los problemas de salud mental y los desbordes conductuales hayan aumentado y más aún en la infancia y la adolescencia.
La verdad es que hay muchas causas, no podemos entrar en todas ellas de golpe, así que nos vamos a centrar en las más importantes:
- La desvinculación de la vida familiar que nos lleva a la caída de un modelo de seguridad,
- La conflictiva en los estilos de apego que se dan en la relación padres e hijos,
- La poca presencia de padres, la cual no solamente se relaciona a la ausencia o presencia física, sino a una presencia auténtica.

- Las familias no se están formando para comprender la realidad en la que se desenvuelven niños y jóvenes, no están conectadas con los cambios propios de cada etapa ni se comunican en el lenguaje que sus hijos necesitan.
- La velocidad de la información lanzada sobre niños y jóvenes que están solos ante un mundo virtual, que se enfrentan a temas que no comprenden y ante los cuales además son motivados socialmente a entrar cada vez a más temprana edad.
- El alto nivel de estrés de los padres, que no les permiten gestionar sus propias emociones, siendo un impedimento significativo para abordar las situaciones a las que sus hijos se enfrentan.

Estoy segura que ante estas realidades y ante esta lista de causas en donde la familia es un motor central, ahora puedes parar un momento y darte cuenta de la importancia de la acción de tu lugar como padre o madre para poder cambiar ese rumbo al que se dirigen niños y jóvenes.
¿Y cómo hago ese cambio de rumbo? Definitivamente es la siguiente duda que podemos tener.
Y ahí es donde entra todo ese proceso de convertirnos en padres presentes y conscientes, formados para comprender el mundo en el que están creciendo nuestros hijos, conocedores de que el trabajo de educación no está ligado a un quehacer escolar ni a un aprendizaje de normas exclusivamente, está ligado a que podamos formar personas que sean capaces de vivir en sociedad y en armonía con los demás, a ser independientes y autónomos y que posean un espíritu crítico para tomar decisiones acertadas a pesar de las presiones e influencias recibidas.
Sin esta posición de consciencia de lo que necesitan, terminamos siendo padres que dan lo que los hijos no necesitan y esta es una forma de desprotección y maltrato. Necesitamos comprender lo que cada niño es, saber sobre sus procesos propios de la edad y aquellos que hoy se presentan de manera diferente, para darle eso que necesita y que parte de nuestro propio saber.

¿Escuelas para padres? ¿Acompañamiento familiar? ¿Familias en acción? Cada paso que podamos dar nos acerca a darnos cuenta que las familias necesitan formarse para afrontar las realidades actuales y adquirir habilidades asertivas y responsivas dirigidas hacia niños y jóvenes que tienen derecho al bienestar de buenas acciones, decisiones y una equilibrada salud mental.
Vamos a dejar de normalizar que la familia esté ausente y que los límites y normas sean cada vez menos, vamos a dejar de normalizar el escandalizarnos al enterarnos de temas que denotan una infancia o una adolescencia en conflicto. ¿Por qué? Porque estamos comprendiendo que solamente desde una formación constante y desde un acercamiento al mundo en que nuestros hijos están, tengan la edad que tengan, es la única manera de lograr que reduzcamos ese porcentaje de problemas de salud mental.